
XXI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C
“Vendrán del oriente y del poniente y participarán en el banquete del
Reino de Dios”.
Lucas 13,22-30
El 12 de agosto aparece en el calendario de la ONU como día
mundial de la juventud. La Iglesia en México celebra el día del
joven católico el domingo siguiente. La Dimensión Episcopal
para la Pastoral Juvenil ha preparado la II Jornada Nacional de
la Juventud en estas fechas. La Iglesia universal ha celebrado
con alegre esperanza el Jubileo de la Juventud… Algunas
instituciones que trabajan con/para los jóvenes han hecho
alusión al día proporcionando datos frescos de su realidad con
sus fortalezas y debilidades, oportunidades y amenazas.
No me extraña que en el siglo de más sensibilidad hacia los
derechos humanos aparezca la propuesta de los derechos de los
jóvenes. En años anteriores acentuábamos sus sueños y sus
obligaciones… Sería un gran aporte para el tiempo presente que
buscáramos la relación, el enlace, el equilibrio, la integración y
la proyección entre derechos y responsabilidades. En una
sociedad centrada en el individuo es lógico que los derechos del
yo estén intentando tomar ventaja sobre los derechos del otro y
los otros.
Los derechos humanos universales y sus respectivos deberes
podrían traducir, en buena parte, el mensaje evangélico de este
domingo. Alguien de la periferia (los excluidos y discriminados
de aquel tiempo) pregunta a Jesús “si son pocos los que se
salvan”. Quizás el que pregunta observaba que algunos tenían
más derechos que otros por razones de antigüedad, méritos y
más. Los derechos ‘adquiridos’ en diversos ámbitos (sociales,
económicos, laborales, políticos, religiosos) han sido una
realidad casi sagrada en muchas sociedades; son parte
inherente a la condición humana. La complejidad de las
situaciones humanas ha sido campo propicio para la
perplejidad, la tensión y el conflicto.”Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta”, responde
Jesús refiriéndose a cierta mentalidad que privilegia derechos
adquiridos sobre los demás e, incluso, sobre Dios… Entrar por
la puerta, que es angosta es aceptar el nuevo orden del Reino de
Dios que no excluye a nadie. El Reino es don, no un derecho de
un individuo o de un pueblo. La puerta angosta exige asumir
las responsabilidades de la fe en Cristo: don y entrega, gracia y
justicia, autenticidad y verdad, humildad y gratuidad, amor y
paz.
Promulgar los derechos humanos, defenderlos, enseñarlos,
pudiera tender una trampa a los incautos si no conectamos
inmediatamente con la puerta angosta de la responsabilidad
personal y comunitaria. Afirmar los propios derechos sin tomar
en cuenta los derechos de los demás y la responsabilidad del
bien común sería instaurar la dictadura de los egoístas.
“Pues los que ahora son los últimos serán los primeros…” En un
mundo cada vez más secularizado y plural es necesario que el
cristiano entre por la puerta -que es angosta- para provocar
diálogos, tender puentes y abrir los brazos con generosidad y
solidaridad. El diálogo social es el camino para construir la paz
verdadera.
Volver a la escuela puede abrir la puerta para edificar un futuro
más humano. ¡Ánimo, estudiantes! ¡Ánimo, comunidad
educativa! ¡Ánimo, familia!
Saludos, con bendición incluida.
+ Sigifredo
Obispo de/en Zacatecas