Editoriales

Subamos a la montaña 

II Domingo de Cuaresma. Ciclo C

“Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto”.

Lucas 9, 28-36

La experiencia de subir a la montaña fue necesaria para que los

discípulos de la primera hora recuperaran la confianza; hoy lo

es para nosotros. Recuperar la esperanza ha sido, es y será

tarea necesaria en tiempos convulsos. En días pasados leí un

artículo periodístico donde se justificaba la existencia y

renovación de un periódico católico precisamente porque aporta

la visión evangélica de la vida en tiempos de desesperanza. “Hoy

más que nunca, reflexiona el autor, las personas necesitan de

una palabra de amor y aliento, en una época que a veces invita

a perder la esperanza”.

Los discípulos de ayer y hoy necesitamos subir a la montaña y

orar para seguir en la lucha de cada día en situaciones que, con

frecuencia, nos pueden arrastrar al absurdo. Por eso el Papa

Francisco nos invita constantemente a rezar por él; llama la

atención el énfasis, la constancia, la oportunidad, la humildad,

con que lo hace.

Podemos comprender mejor la insistente petición y la actitud

orante del Papa al escuchar el Evangelio del segundo domingo

de Cuaresma. La narración de Lucas comienza diciendo que

“Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan, y subió a

un monte para hacer oración…” “Mientras oraba” es cuando se

transfigura: “cambia de aspecto, sus vestiduras se hacen

blancas y relampagueantes”. El encuentro con su Padre en la

oración, en un momento crítico para su misión, es lo que hace

resplandecer su rostro.

Antes de subir al monte Jesús pasa por una fuerte crisis. Se

pregunta si sus discípulos y el pueblo entienden su mensaje, si

su misión refleja la voluntad del Padre: “¿Quién dice la gente

que soy yo?” “Ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” El rostro

transfigurado de Jesús manifiesta lo que pasa dentro de él: las

incertidumbres han pasado, su vida y su obra tienen sentido,

su Padre lo confirma en la misión.

La conversión que predicamos en Cuaresma es un fuerte

llamado a volver a Dios; es indispensable descentrarnos de

nosotros mismos, subir a la montaña y orar. No hay duda que

las ‘confidencias con Dios’ nos transfiguran, nos cambian el

humor, el rostro, las ganas de luchar y de vivir. La gran

revelación de Dios en el momento que oramos de verdad no es

sólo para que nos sintamos bien sino para que descubramos

quién es su Hijo y quiénes somos nosotros en cualquier

situación.

El tiempo de Cuaresma nos pone en dirección hacia la Pascua.

Si oramos y pedimos que otros oren por nosotros subiremos a la

montaña y nos encontraremos con quien es la Luz. Desde la

cumbre se ve mejor la vida y la peregrinación por ella se hace

luminosa. En uno de sus mensajes cuaresmales, el Papa

Francisco nos recuerda que es necesario “orar… y declararnos

necesitados del Señor y de su misericordia”. En otro momento

nos recuerda “no nos cansemos de orar”.

Oremos mutuamente para vivir el don de la transfiguración y la

experiencia de la esperanza.

+ Sigifredo

Obispo de/en Zacatecas