
XXIV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C
“Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte”.
Lucas 15,1-32
‘Si el rencor enferma, el perdón cura’, oí decir, hace poco, a un
conferencista. No sé qué prevalece en el ambiente en el que
vivimos; lo cierto es que el perdón no cotiza en las bolsas de
valores del mundo, tampoco en políticas públicas. En cambio, el
rencor y sus derivados parecen tener una cotización favorable
en relaciones interpersonales, conferencias del ‘pueblo’,
ambientes familiares… ¿Es posible ser felices sin compasión/
perdón? ‘Nuestro mundo es muy raro, carajo’, ha dicho un
comentarista, en televisión.
En una sociedad marcada por el relativismo y chapada por
ideas líquidas (sin convicciones éticas y débiles creencias
religiosas) el perdón/compasión no entra en los planes de
nuestras relaciones interpersonales, ni en las legislaturas. Las
leyes están hechas con otros fines, no para proponer el perdón
como un elemento especialmente sanador en la convivencia
diaria. Existe la percepción de que el perdón -expresión
exquisita de la compasión- debilita al que lo da y al que lo
recibe. Suponemos que no cabe en una sociedad que busca
electoralmente el bienestar y la satisfacción inmediata del ‘ego’
del bienestar. Algunas consecuencias son la acidez emocional,
el mal humor crónico, las relaciones humanas tóxicas, entre
otras.
Hoy Jesús nos regala la más bella de las sinfonías que jamás se
hayan escuchado. En tres parábolas nos da un recital
inigualable de las maravillas del perdón compasivo de Dios. En
una lectura superficial, el ‘concierto’ compasivo de Dios pudiera
desconcertarnos. Quisiéramos que Dios se adecuara a nuestras
ideologías y tomara en cuenta nuestras mezquinas preferencias.
¿Qué hace Jesús de especial que nos saca de nuestras casillas?
Simplemente da gratis la carta de ciudadanía a los pecadores
para que entren a su Reino. Los primeros cristianos queríansaber si los pecadores (paganos, publicanos, todavía no
pecadores digitales) podían esperar que la oferta del Evangelio
fuera buena noticia para ellos. Para los escribas y fariseos
contaban solamente los que observaban estrictamente la ley. La
buena noticia de Jesús parece inaceptable para quienes
murmuraban de él y desconcertante para los mismos pecadores
que lo escuchaban.
Las tres parábolas muestran a Dios siempre compasivo,
paciente, misericordioso, generoso. El perdón gratuito e
incondicional que ofrece a los diversos personajes de las
parábolas es la mejor de las sinfonías de amor compasivo que
haya escuchado la humanidad. El perfil de Dios incluye la
desmesura del perdón (anillo, vestido, banquete, música) y nos
abre al horizonte infinito de su amor como una fiesta sin fin.
La oferta de Dios es actual. Siempre que rezamos el padre
nuestro se hace presente este Dios que nos ofrece conciertos
gratuitos con la inigualable música del perdón. La melodía del
perdón no debería desconcertarnos. La oferta es para todos, los
pecadores clásicos, los del mundo digital y los más recientes de
la inteligencia artificial. El perdón – manifestación concreta del
amor- debería ser la característica más importante de todo
cristiano.
Bendito Evangelio que nos saca de nuestros cantos desafinados
para abrirnos a las infinitas posibilidades del perdón
incondicional para todos.
Con mi bendición y afecto en estos días, intensamente patrios.
+ Sigifredo
Obispo de/en Zacatecas