
XXIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C
“El que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discípulo”
Lucas 14, 25-33
Hemos iniciado septiembre 2025 con expectativas y
preocupaciones. Este mes es diferente al de años anteriores por
los diversos contextos en los que vivimos… Hay nuevas
presencias y lamentables ausencias en el entorno… El intento
de reinventar la administración de la justicia causa
incertidumbre y desconfianza en muchos… Al mismo tiempo, no
dejamos de admirar a nuestros héroes y de aplaudir a quienes
no han dejado de sembrar esperanza.
El mundo está lleno de ‘fans’ que admiran a personas por sus
logros y por una existencia que transcurre más allá de lo
común. Los ‘fans’ son capaces de recorrer kilómetros para oír
cantar a su ídolo, ver jugar a un deportista o echar porras a su
equipo favorito. También encontramos a quien admira a
personas de la cultura, las artes y a quienes entregan su vida
hasta el extremo y son ejemplo de humanidad. ¿Quién no sigue
admirando a la madre Teresa de Calcuta?
Artistas, deportistas, santos, héroes, poetas y estadistas pueden
ser admirados. Pero, por más admirables que sean, la emoción
se extingue poco a poco con el paso del tiempo. Estos ‘fans’ ¿se
animarán a seguir a quienes admiran? ¿Qué tanto influyen en
su vida? Podrán seguir oyéndose las canciones, leyéndose los
libros, recordándose anécdotas… Una admiración sin
seguimiento, con ser una experiencia interesante, no engendra
vida nueva, no suscita la conversión, mucho menos un
seguimiento radical hasta dar la vida.
Jesús, en el Evangelio proclamado este domingo, dice con
claridad a sus discípulos que no busca fans, ni likes, sino
seguidores a prueba de todas las pruebas; seguidores que pasen
la evaluación del amor fiel y compasivo. Sus palabras suenan
radicales: “Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a…” “Y elque no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo” …
No se puede pensar en un seguimiento meramente emocional,
interesado, sin consecuencias. Seguir o no seguir; no hay
términos medios. La mediocridad no debe entrar en la mochila
del discípulo.
Seguir a Jesús es abrazar su proyecto de vida, asumir las tareas
de su Reino… Es preferirlo a cualquier otra persona y a los
bienes temporales… Es dejarse elegir por Él, llamada personal,
compromiso, abandono total, opción radical… En síntesis, el
seguimiento tiene que ver con la orientación de los afectos
fundamentales; la realidad cotidiana con sus sorpresas, sus
cruces, sus alegrías; la renuncia a lo que consideramos
nuestras riquezas… Es hacernos pobres, mansos y humildes,
generosos y compasivos por su causa.
Jesús busca seguidores de verdad para que su Reino de paz se
plante bien en los vaivenes de la vida y en los nuevos tiempos.
El seguidor es seguidor simplemente, sin geometrías políticas,
ni intereses de fama, poder, dádivas… El Evangelio precisa de
seguidores, no de momentáneos, interesados y emocionados
admiradores que, cuando ven que un discípulo falla, dan media
vuelta y se retiran. ¿Qué debemos hacer para seguir a Jesús en
estos tiempos de incertidumbre y, al mismo tiempo, de
oportunidades?
Los bendigo en este mes, patrióticamente especial.
+ Sigifredo
Obispo de/en Zacatecas