Carlos Mora Álvarez
“Nueva York, Nueva York. Quiero despertarme en una ciudad que nunca duerme, y encontrar que soy el número uno, el primero en la lista, el rey de la colina, un número uno…”
Frank Sinatra
La primera vez que volé a Nueva York fue por un propósito laboral que se dio de forma inesperada. Inevitablemente sentía a esa ciudad inalcanzable. Francamente nunca me imaginé conocerla y ahora con el paso de los años la he visitado hasta el cansancio, declaración por demás exagerada porque jamás me cansaré de hacerlo. Obviamente la ciudad es deslumbrante, apabullante, bellísima con un brillo permanente que te quita el aliento. Más allá del primer encuentro con ella, cuando todo te desborda y no hay forma de concebirla, con el paso del tiempo la vas descubriendo con cada viaje, en cada nuevo encuentro. La empiezas a adorar por espacios para de esa forma tratar de apreciarla en su justa dimensión. Apenas el pasado 11 de septiembre estuve de nuevo en la ciudad, luego de haber dejado de ir desde hace poco más de un lustro. No obstante, de esa separación, puedo decir que entre 1999 y el 2015, la visite algunas cincuenta veces. La vida me regaló el enorme privilegio de descubrir continuamente ese destino al que ahora regreso de la mano de mi amada Gemy que todo lo ilumina con su presencia.
Mi prometida y el escribiente arribamos a Nueva York procedentes de Washington vía ferroviaria gracias a una breve escapada de cuatro días, sobra decir que esa cantidad de días son tan pocos que se pierden entre los suspiros. Sin embargo, nuestra agenda tan bien diseñada minuto a minuto por mi Gemy fue perfecta. Esa bitácora contemplaba las comidas y cenas, incluido el recorrido por los principales museos, bares y hoteles, además por supuesto la visita a Broadway y sus clásicos restaurantes “Sardi’s” y Carmine’s”; además de asistir a la puesta en escena de moda que, por cierto, resultó espectacular. En alguna ocasión escribí, queridas amigas y apreciados amigos, que mis obras de teatro favoritas son en este orden: “El violinista en el tejado”, “Los miserables”, “Chicago” y “Jesucristo súper estrella”, puestas en escena que he tenido la fortuna de gozar en inglés y español. A este cuarteto de piezas inolvidables, sin la menor duda, sumo ahora “The music man” por infinidad de razones, pero particularmente por el trabajo incomparable del protagonista Hugh Jackman que actúa, canta y baila de forma magistral y sobre todo encantadora.
Nueva York es para muchas personas la capital del mundo, es predilecta por miles de aspectos: por sus rascacielos modernos unos e históricos otros como: la estatua de la Libertad, el Empire State Building, el Chrysler Tower y Columbus Circle. Ni que decir del majestuoso Central Park, el incomparable río Hudson, los barrios más famosos como el Bronx, Kings, Queens, Richmond y Brooklyn. Me apasiona Manhattan donde sucede todo increíblemente, ahí está sin duda lo mejor del mundo.
En esa bella ciudad a la orilla del río la gastronomía es literalmente infinita para los gustos más refinados, pero también para las distintas capacidades económicas, no quiero abrumarlos con nombres de restaurantes, bares u hoteles, solo citaré algunos de memoria que son obligatorios en cada posibilidad de estadía. Me enamora, por ejemplo, el bar del Hotel St. Regis que, sin saber por qué, es el lugar donde siempre inicio mis recorridos con un aperitivo, invariablemente, un “Long Island Ice Tea”, que me encanta en el King Cole Bar, enseguida la cena en Nellos’s (donde preparan la mejor comida italiana de la ciudad, cosa curiosa es que el dueño era rumano, justo acaba de fallecer), el capitán de meseros es francés, los meseros asiáticos y el genial chef es mexicano.
Por otra parte, el Hotel Plaza es exquisitamente único. Lo considero así por variedad de aspectos, pero principalmente por las finas atenciones, la bella edificación seguramente por el lobby bar, elegante con un maravilloso ambiente a lo largo del día y hasta bien entrada la madrugada. Dos de mis restaurantes recurrentes, por citar un par, se encuentran cruzando el Hudson; uno de ellos es The River Café, con maravillas culinarias, además de la vista más espectacular de Manhattan y el otro es el Peter Luger Steak House, para muchos de mis paisanos tijuanenses el mejor restaurante de carnes del planeta, respetando cada quien sus gustos.
Antes de concluir les cuento sobre el famoso restaurante “Cosme” de comida mexicana, considerado el mejor de la ciudad y nuestro chef de fama mundial Don Enrique Olvera, establecimiento que está en la lista internacional de los mejores 50 comedores del orbe. El reconocimiento es más que valido – ahora nos consta – por su atmosfera acogedora, refinado trato de primera. Además, cuentan los amables meseros que el lugar sigue siendo uno de los predilectos de la familia Obama en pleno. Finalizo no sin cierta nostalgia, contando los meses y las posibilidades de regresar a esta única y bendita isla, donde la felicidad se palpa en cada esquina y uno se siente en The top of the world como bien nos cantaba el inmortal Frank Sinatra.
Añoranzas: Con esta entrega concluyen los trabajos que darán sustento a nuestra próxima obra literaria: “Crónicas de viajes y romances” que entrará a imprenta con el fin de este año y saldrá a la luz al inicio del próximo 2023, donde incluiremos algunas páginas con columnas inéditas. Gracias, eternas y sentidas gracias, por el favor de su amable atención, estimadas y estimados lectores, los abrazo sentidamente agradecido.
Hasta siempre, buen fin