
V Domingo de Pascua. Ciclo C
“Un mandamiento nuevo les doy:
que se amen los unos a los otros”
Juan 13,31-33. 34-35
‘Si quieres que el mundo esté lleno de amor, ama’, compartía en
la red una persona debidamente identificada. Tiene razón,
pienso, constituyéndome en improvisado calificador de
contenidos. De vez en cuando aparecen en las redes sociales
hechos y frases motivacionales. Una de ellas describe a la
Madre Teresa de Calcuta dando consuelo a un cantautor que
había perdido a su esposa e hija en un accidente aéreo: ‘ahora
que has perdido a tus seres queridos tendrás más amor que
dar’, le sugirió esta gran mujer.
El Evangelio de este domingo nos revela que Jesús Resucitado
deja como testamento –dinamismo de la resurrección- el
mandamiento del amor. Esto significa que quien cree en la
resurrección del Señor queda implicado en el arte/tarea de
amar. En el texto que escuchamos se repite cinco veces el
anuncio de la “gloria/glorificación”. Juan presenta el amor
fraterno como la mejor manera de manifestar la gloria de Dios.
La presencia y el dinamismo del Resucitado están garantizados
si se evidencia el amor de Dios en el “ámense unos a otros como
yo los he amado”.
La decisiva importancia que tiene el “mandamiento nuevo’” en la
vida del discípulo está fuera de duda. “Ámense los unos a los
otros…” es poner en escena un nuevo tipo de relación entre los
seres humanos. El Papa Francisco nos recordaba, a tiempo y a
destiempo, la necesaria dimensión social del Evangelio y, por
tanto, de la misión de la Iglesia. El Evangelio afecta la base
misma de todo lo humano. Amar es la vocación fundamental de
la persona; todo lo demás en la vida depende de cómo vivimos
en el amor. No existe mejor camino de humanización que el
amor.
La gran novedad de este mandamiento es que la medida del
amor es el amor que ha vivido Jesús: “Ámense como yo los he
amado”. Él nos ha amado hasta el extremo, sin esperar nada.
En cambio, a los seres humanos nos cuesta enormidades sin
esperar reciprocidad; la estructura humana no soporta la idea
de amar por amar. No se puede vivir al estilo de Jesús si
nuestro amor no es gratuito. “…Y por este amor conocerán que
son mis discípulos”. El cristiano está llamado a amar todos los
días, en cualquier circunstancia, al estilo de Jesús. El amor
efectivo al prójimo es la prueba decisiva de la fe cristiana.
Testimoniar el amor al estilo de Jesús en una sociedad
marcadamente egoísta es el gran desafío. El Evangelio
cuestiona y desenmascara el egoísmo que nos tienta a cada
rato. Demanda incansablemente un amor distinto, generoso,
audaz, lúcido, gratuito. ¿Por qué ha impactado a creyentes y no
creyentes el estilo de vida de santa Teresa de Calcuta? Porque
amó por amor a Dios, sin esperar nada a cambio. El amor es el
único lenguaje que puede comprender todo mundo. El amor del
discípulo hace visible el dinamismo del Resucitado para seguir
transformando el mundo. El mandamiento del amor genera
novedad y alimenta el corazón de la esperanza.
¡Bienvenido a nuestra vida, Papa León XIV!
+ Sigifredo
Obispo de/en Zacatecas