Editoriales

La Tía Norma

En Baja California, la Doctora en Ciencias, Norma AliciaFimbres Durazo, es reconocida por su labor académica y de investigación.  Pero hoy, yo hablaré de “La Tía Norma”, con quien compartí la comida cada martes, durante 13 años.

Quiero comenzar por decir que Norma no fue, sigue siendo, sigue estando presente.

Mujer de carácter, aguerrida, decidida y con un pensamiento crítico bien estructurado.  Siempre dispuesta a defender y debatir un punto de vista, sin imponerse; abierta a escuchar y comprender la postura ajena sin juicios ni burlas… siempre con fundamentos, con argumentos sólidos.

Cada martes, Javier (mi marido) y yo, nos dábamos cita para comer en la mesa de “La Normsss” (como le dice Javi).  

En nuestras agendas teníamos instituido este día como “martes de Normis” (como le digo yo).

A la mesa se fueron sumando algunos elegidos por el corazón de “La Normis”, que siempre se sintió atraída por los irreverentes y los audaces.  

Los temas sobraban, las pláticas se alargaban, la sobremesa era el mejor de los postres. 

No hubo un solo martes sin decirnos a cada uno: “te quiero, cariño”, abrazándonos con fuerza.

Su casa nos recibía impregnada de los olores a mole, a su original sopa de cuatrocientos mil frijoles (dieciséis, en realidad,pero así le dábamos carrilla), a guisos enchilosos, a tacos dorados, a crema de elote, a mezcla de morrones, a las mejores lentejas que he probado en mi vida, entre muchos otros manjares, que sabían mejor en su compañía.

Todo lo preparaba con amor desde el fin de semana.  Iba a los mejores mercados para comprar lo necesario y tener listos los tres tiempos: “sopita” caliente, plato fuerte con guarnición, agua fresca y para cerrar con broche de oro, nuestro pecado compartido de cada martes: ¡trufas!

Norma, supo perfectamente de “qué va la vida” Ella sí supo de qué se trataba este camino.

Fue dura, estricta, exigente y sin cabida para mediocridades, cuando así se requería.

Abría su casa, sus brazos, su corazón bondadoso sin límite de tiempo, cuando te sabía necesitado de consuelo.  

Sabía exactamente qué regaño se necesitaba en ese momento, qué verdad debías escuchar sin “dorarte la píldora” y lo hacía magistralmente, porque partía desde el amor; sin prejuicios, con serenidad, con dulzura, con mucha, mucha sabiduría.

Un alma libre que disfrutaba su independencia, su autosuficiencia, su solitud.  Le gustaba poder elegir cuándo salir, cuándo ver series, cuándo sumergirse en una lectura, o bien, quedarse en sus pants todo el día, sin necesidad de rendirle cuentas a nadie ni andar pidiendo permisos o teniendo consideraciones.

Fuerte y a la vez, muy flexible.

Fiel a su perfume…

Dejando en nosotros hasta el recuerdo de su aroma, y es que,cuando entraba a un lugar, todos decíamos “huele a Norma” o “aquí estuvo Norma”

En el penúltimo martes que nos sentamos a la mesa con ella, nos quedamos platicando solas, después de que se fueran los muchachos (Luis Emilio y Javier).  Entonces se cruzó de piernas sobre la silla en flor de loto y luego alternó su postura, subiendouna pierna completamente pegada hacia su pecho mientras la otra tocaba el piso…

– ¡Cálmate pretzel! 

– Mi Claus, mientras pueda me voy a seguir doblando para no quebrarme (Y así como era de flexible con su cuerpo, lo era con la vida)

Platicamos mucho de política ese día, vimos “memes”, recordamos a gente cercana que había fallecido en la pandemia. Y hablamos sobre lo triste de morir solo en el hospital, aislado.  Entonces me volvió a decir (ya antes lo había externado):

-A mí eso es lo que más miedo me da, morir sola o terminar en silla de ruedas.

-Pues si sigues con tu yoga y doblándote así, todo pinta para que sigas como “Gumby” y yo también como tú, no quisiera morir sola. 

Ahondamos en el tema; reflexionamos sobre la diferencia entre la soledad y la solitud. 

El siguiente martes, no fuimos porque visitamos Granados,Sonora y el martes 2 de mayo me mandó un mensaje:

-“Querida granadeña, me muero por verte para que me platiques tu experiencia. Pero hoy no te veré porque tengo comida fuera de casa”

Nos vimos entonces el martes siguiente y platicamos sobre la visita a Granados. Era como si ella hubiera estado ahí… se puso a recordar a cada uno de los familiares, sus linajes, sus anécdotas, etc.

Yo tuve que irme antes y me reclamó que casi no le platiqué nada y que tenía cara de mustia (jajaja).

El sábado 20 de mayo (antier), Normis se vistió de fiesta para la Primera Comunión de uno de sus sobrinos.  

Iba vestida de fiesta para su encuentro con Dios…

¡Lucía hermosa! Con su cabello recién pintado, su maquillaje impecable, sus ojos hermosos, con una sonrisa plena.

Recibió la Eucaristía, participó en las ofrendas, abrazó y dijo “te quiero” a todos los de su familia; luego se tomó una foto en el altar con todos.

Regresó a su casa y ahí la despedimos de este plano.

Afortunados fuimos quienes estuvimos a su lado, en su camino hacia la luz; bendecidos por la dicha de acompañarla.

Todo le fue concedido: Se fue en compañía de quienes amaba, se fue vestida como una reina, habiendo abrazado a su familia, en su casa y no en un hospital.

No hubo agonía, no hubo dolor, solo amor… todo el amor que ella estuvo sembrando, fue cosechado en el momento de trascender a la vida eterna.

Con la mirada brillante y el rostro sereno.

Normis, “normalicious”:

Hoy quiero decirte que me dejaste en claro que tu doctorado académico es nada comparado con tu doctorado de vida. 

Que siempre te traeré conmigo, que más que mi tía política, fuiste mi amiga incondicional y que estaré eternamente agradecida por cada segundo que pasé a tu lado.  

Me dejas una de las más grandes enseñanzas de fortaleza, y me quedo tranquila porque viviste a plenitud, porque lograste lo que te propusiste, pero más que nada porque todo lo que nos diste, no se va y no se olvida.

Eres de esas, que dejan huella.  Eres, no fuiste, sigues siendo…

¡Gracias por querernos, por abrazarnos todas las veces!

¡Gracias por los martes contigo que se quedan tatuados en el alma!

¡Gracias por compartirte!

¡Gracias infinitas porque más allá de deleitar nuestros paladares, en esa mesa, alimentaste nuestros corazones!

Por: Claudia Rosales