Editoriales

Historias de Baja California II

Carlos Mora Álvarez

Baja California, brazo poderoso,

al servicio eterno de la patria estás;

libre y soberano, bravo y laborioso,

soldado en la guerra y obrero en la paz.

RAFAEL TRUJILLO HERRERA / RAFAEL GAMA

No hay nada más sagrado en la mitología cristiana, en la historia de las religiones universales que la trinidad. Hay que echarle un ojo las tradiciones de la fe para descubrirlo. Juan Villoro nos regaló hace unas semanas en el periódico Reforma una columna que tituló Tres, donde hace un recuento y nos regala todo lo que a su parecer se engloba en la trinidad… la vida para iniciarse, siempre da comienzo con tres… una mujer, un hombre… un hijo…

Así pues, demos inicio al conteo de la trinidad que tanto me ocupa. La primera de cual les hablaré tiene que ver con Baja California, lo acabo de descubrir, y es una coincidencia única. Mi adorada madre nació en Tijuana, en 1942; cuando el Estado fronterizo era aún considerado territorio. Así, el año en que se convierte en Estado libre y soberano fue en 1952. Vamos pues que, como bien apuntamos en nuestra anterior entrega, quien esto escribe vio la luz por primera vez diez años más tarde en 1962. Por otra parte, apenas el pasado mes de octubre de este inolvidable año, por mi rencuentro con GEMY, se cumplieron los primeros 70 años del nacimiento de Baja California.

¿Qué les parece esta trinidad de “tres” décadas entrelazadas [80, 70 y 60 años de los protagonistas de la historia]? De 1942, mi madre; de 1952, mi Estado; y en 1962,

mi nacimiento… y todo en el siglo XX… curioso remate el que daré con las coplas de “Cambalache” de Enrique Santos Discépolo: “Pero que el siglo veinte / Es un despliegue / De maldá insolente / Ya no hay quien lo niegue”. Oh, qué melodía que hasta la fecha mantiene viva Joan Manuel Serrat, a quien, por cierto, acabo de disfrutar en su concierto de despedida en Madrid, el pasado siete de diciembre.

A esta sentida trinidad debo agregar un cuarto factor ya que, sin la presencia de ese otro cruce de números, quien esto escribe, sencillamente no existiría. Mi padre arribó a Tijuana en 1956, tierra donde decidió hacer su vida y poner su nombre en las páginas de la historia de una ciudad que apenas nacía. Su arribo fue en la primavera, época donde nace el amor, para cederle el paso al verano de las pasiones, llegó desde Mazatlán, su tierra natal, luego de un paso breve por la Ciudad de México, donde trabajó largas jornadas, sumas de sacrificios, que aún lleva grabadas en su piel, trabajo que sin duda le ayudó para que conquistara su justo espacio en Tijuana; donde una parte de la familia ya tenía propósito, destino y éxito como comerciantes, particularmente la parte materna, las queridas tías Quiñones, hermanas de mi abuela Tavo, madre de mi papá.

Toda historia de amor surge en los lugares menos increíbles, es una realidad, sólo en los cuentos de hadas el amor surge entre campos y hadas; la historia pasional de mis padres surge, precisamente, en el negocio familiar. Ambos se encontraron ahí y quedaron flechados para siempre una vez que cruzaron sus miradas, justo en el verano de 1956. Queridos lectores, hay dos cosas innegables que se fraguan en cualquier verano: las pasiones y las guerras. De la vida inseparable de mis padres, a lo largo de 66 años, surgieron cinco hijos con sus respectivas parejas; además de 11 nietos; 9 bisnietos y contando.

No me gustan las frases hechas, lo he reiterado en mis escritos a lo largo de la última década y, sin embargo, “infancia es destino”. Soy un tijuanense puro en el sentido más estricto, y no me apena decirlo. Tijuana es una tierra de encuentro, que se entienda bien, o mejor dicho: entiéndanlo bien quienes jalan las riendas desde las esferas del poder… a veces social y a veces político… abramos los ojos, pues… Así como mis padres y su historia de amor, su historia familiar está ligada a Baja California, de la misma manera la historia de millones de personas, con el paso de las décadas, se liga a la tierra entre el mar y el desierto. Hoy hay miles de parejas que lo mismo se conocieron en las calles tijuanenses, en las salas de bailes, en los cines, parques, escuelas y este largo espacio que compone nuestra maravillosa frontera norte. Nuestra patria chica, como nombramos algunos a Tijuana, se compone de vidas entrecruzadas que llenan de grandeza la tierra donde vivimos.

Añoranzas Con el mes de noviembre se fue a la gloria de Dios, uno de los más grandes VARONES de mi vida. Don Carlos Canto Jorge, amado esposo de mi adorada tía Gloria Álvarez Fernández de Canto, y padre de mis queridos primos hermanos; Gloria Yolanda, Carlos y Olga. Él me obsequió infinidad de lecciones a lo largo de su maravillosa como extraordinaria y brillante existencia. Fui su “chaperón” con menos de cinco años de edad. Y aún con el paso de los años jamás dejó de educarme, de enseñarme y de alegrarme. Te abrazo tío al que tanto idolatro. Descansa en santa paz.

Ésta serie sobre mi Estado continuará a partir del mes de enero.

Hasta siempre, buen fin