Editoriales

El arte de Morante, en tres variantes (Segunda Parte)

Carlos Mora Álvarez

En la entrega anterior concluimos con la magistral prosa del incomparable maestro de las crónicas taurinas don Zabala De la Serna, publicada en el periódico EL MUNDO de España, a propósito de la proeza de José Antonio Morante de la Puebla, al pasear los máximos trofeos, después de 52 años, en el coso taurino más hermoso del mundo, la Plaza de toros de La Real Maestranza de Caballería de Sevilla, el día 26 de abril de este incandescente 2023. Comentábamos que tomaríamos algunos fragmentos de las bellas CRONICAS que se publicaron al respecto de la hazaña taurina, quedándonos con la interrogante en la que cierra el maestro De la Serna su espléndida contribución, la retomamos para continuar….. “¿Y el Viti?.

Difícil elegir entre muchas (apunta a la solicitud que le hizo su editor para describir las mejores 10 faenas de la historia que ya publicamos en la columna anterior). Quizá la de Indiano un colorao de Garzón, que lo hizo pasar a la historia con un temple orteguiano, aquella majestad manoletina y un toro de esencias belmontinas. Las tres cosas las conjugó el salmantino. Era el San Isidro de 1966. Y con las mismas podría uno preguntarse por Domingo Ortega, donde queda. O las cumbres madrileñas de Antonio Bienvenida. O De Paula en el 74 de Vistalegre….. Morante de la Puebla nubla la perspectiva !!Explicó toda la tauromaquia en 10 minutos, fue un tratado de perfección. De improvisación, coordinación del arte y la inteligencia, las distancias y lo cerca que se lo pasa!! Dice José Luis Lozano, testigo asombrado aún de la maravilla de las maravillas”. Hasta ahí la mágica pluma de don Zabala. Pero vayamos con dos maestros más de igual talla, por delante la crónica de don Antonio Lora, de El País, quien apunta celestial, como título “Morante, un rabo y el amor propio”. “Es un torero del siglo XXI, encerrado en una lámpara del siglo XX. Morante ya está donde debe estar: en el corazón de la Sevilla más sentimental y en el frontispicio de la tauromaquia de todos los tiempos.

El rabo que cortó el miércoles en La Maestranza es como el Premio Cervantes del arte del toreo, el reconocimiento de que este hombre excéntrico, veleidoso, enamorado del pasado, bohemio, díscolo, extravagante a veces y de gran vida interior es un torero de cuna que nació artista. Y en esto que llegan dos jóvenes toreros; Pablo Aguado y Juan Ortega, que amenazan su cetro con una concepción taurina tan honda como sentida. Nació la raza, la casta, el orgullo hasta entonces dormido de un maestro que descansaba en su zona de confort sin depredadores a la vista. Él sabrá cuál era su ánimo ese día al hacer el paseíllo, pero Ortega, ese muchacho que maneja el capote como los ángeles y tiene la virtud de aminorar el empuje de los toros con sus muñecas, volvió loca a la Plaza en su primer toro. Y Morante, de nuevo amenazado en su podio, no lo podía consentir. Se removió el genio en la lámpara y se empeñó en demostrar que el artista más grande es él y no admite competencia alguna. Así José Antonio tomó el capote y pintó verónicas sin par, hizo de la vulgaridad de las tafalleras un monumento a la despaciosidad y el embrujo del toreo, dignificó las gaoneras, se enroscó sobre sí mismo en las chicuelinas y acabo el cuadro con inenarrables naturales, derechazos antológicos y una estocada de libro. Lo dicho, un artista que hace lo mismo que los demás, pero de un modo radicalmente diferente. Salió a hombros de una multitud enloquecida por el embrujo, la Policía local cortó el tráfico en las calles adyacentes, y así, en andadas, como si fuera un paso de emperador lo llevaron hasta el hotel. Y ahora que? Ahora a gozar con los recuerdos, que el arte del toreo es tan intenso como efímero. He ahí quizá, su grandeza”. Para concluir, vayamos con algunos breves apuntes de la emotiva entrega del maestro don Alberto García Reyes publicada en el periódico ABC, igualmente de España. “Rafael de Paula a Morante: !!Lo has conseguido, hijo mío!!. Ayer, después de la resaca, la máxima figura sevillana Curro Romero, llamó por teléfono para decirle al de La Puebla: “!Lo que has hecho no sólo es muy importante para ti, José Antonio, sino para todo el toreo!”. Morante se echó a llorar y el Faraón siguió con el elogio: “!Es la mejor faena que he visto nunca. Con el capote has hecho verdaderas bellezas, me he emocionado mucho”¨. En la vuelta al ruedo a hombros antes de salir por la Puerta del Príncipe, los capitalistas, que fueron miles, lo pararon ante Curro, como quien para un Cristo delante de otro Cristo. Morante aprovechó la conversación para devolver el homenaje: “Maestro, me inspire con el capote de una faena suya en la Maestranza que tengo grabada en la memoria”. Las leyendas se reconocen entre ellas. Romero suele decir que los buenos no dejan pasar, solo dejan pasar los genios”. Para finalizar, solo me resta apuntar, que llegamos felices, más enamorados que nunca mi GEMY y su servidor el día 28 de abril a Sevilla que seguía de fiesta, en la Feria que será recordada como la mejor del último siglo.

AÑORANZA
Queridas Amigas, Apreciados Amigos, Admirados Lectores, Irredentos Aficionados, estas dos entregas las integre en medio de las HISTORIAS DE BAJA CALIFORNIA: Pasado, Presente y Futuro, que continuarán la siguiente semana. El propósito fundamental es dejar un sentido homenaje de un hecho que quedará grabado en los anales de la tauromaquia eternamente, como es la fiesta más hermosa de todas las fiestas. Sin embargo, deseo inscribir una respetuosa disculpa, porque muchos de los términos taurinos debería de haberlos entrecomillado, pero hubiese sido una falta de respeto a los autores originales: don Zabala De la Serna, don Antonio Lora y don Alberto García Reyes, a los que admiro profundamente y más agradezco sus letras de oro que hicieron brillar nuestro mundo taurino.

Hasta siempre, buen fin.