
III Domingo de Adviento. Ciclo A
“¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?
Mateo 11, 2-11
El adviento que vivía Juan Bautista debió haber sido fatigoso,
desesperante. La duda acerca del cómo y cuándo de la venida
del Mesías lo ponía en crisis. El domingo pasado lo vimos y
escuchamos en el desierto, seguro, expectante; ahora, en la
cárcel. Su situación, sin duda, no era mejor.
¿Por qué duda, Juan? Hace ocho días mostraba seguridad en
sí mismo y claridad en su misión. En el texto de hoy, manda a
dos discípulos a preguntar al mismo Jesús si es el Mesías, o
hay que esperar a otro. Parece que lo atormenta más la duda
que el encierro. Ver dudar y hacerse preguntas al hombre
más grande nacido de mujer pudiera ser una buena lección
para nosotros. De este profeta que duda y está encarcelado
por ser testigo de la verdad, Jesús hace un gran elogio: “Es
más que profeta”.
Jesús responde a las dudas de Juan (“vayan a contar a Juan”)
a base de signos y pistas. Podemos imaginar la cara que
pusieron aquellos discípulos a la respuesta de Jesús: “Los
ciegos ven, los sordos oyen, los cojos andan, los leprosos
quedan limpios, los muertos resucitan, a los pobres se les
anuncia la buena nueva”. Juan tendrá que encontrar la
respuesta sobre la identidad de Jesús. Ya tiene las pistas,
sobre todo el testimonio de sus enviados que ‘han visto y
oído’. Juan creyó y dio testimonio de la verdad que buscaba.
Cumplió con creces su misión.
Quizá las dudas de los peregrinos de este siglo sean muy
diferentes a las de Juan y las incertidumbres, todavía
mayores. La invitación a “estar siempre alegres en el Señor”
pudiera sonar a una provocación de mal gusto, fuera de
tiempo. ¿Cómo alegrarnos cuando las necesidades son tantas,las confusiones aumentan, las inseguridades nos tocan, las
mentiras nos arropan y envenenan, el dinero no alcanza? El
cristiano que vive el Adviento 2025 ¿tiene que vivir a
contracorriente? La respuesta de Jesús sigue siendo la
misma: “Díganle a… que los ciegos ven, los cojos caminan…”
Jesús sigue respondiendo que hay que buscar los signos de
vida y las pistas de esperanza donde nos jugamos la vida.
“Jesús está cerca”, es la señal. La fe y la esperanza tienen su
fundamento en el encuentro con Él. Juan creyó y fue así como
encontró lo que buscaba. ¿Y nosotros?
Encendemos la tercera vela de Adviento. La esperanza se tiñe
de alegría. La seguridad de la cercanía de Jesús ilumina el
camino y enciende de amor la esperanza. El Papa Francisco
insistía que la carta de identidad del cristiano es la alegría del
Evangelio. Reconocemos que no es fácil vivir siempre alegres
cuando las dudas nos asaltan y las secuelas de las violencias
amenazan con echar a perder la fiesta. Por otra parte,
estamos seguros que sin una verdadera conversión no hay
esperanza alegre, ni paz, ni amor, ni futuro.
Que santa María de Guadalupe nos ayude a ‘prendernos’ de la
esperanza-alegría-paz de la Navidad de Jesús.
Con mi oración confiada.
+ Sigifredo
Obispo de/en Zacatecas