
XV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C
“¿Quién es mi prójimo?”
Lucas 10, 25-37
No bastan las palabras y la religión; los buenos deseos, quejas y
denuncias; leyes y juicios… ni pertenecer a una determinada
institución por buena que sea. La vida eterna se juega en el
amor real, concreto; cuando nos hacemos prójimos en corto.
Ésta pudiera ser la lección del domingo del buen samaritano en
este tiempo tan fuertemente golpeado por violencias,
incertidumbre y engañosos discursos.
Hoy, tiempo de ratings-tendencias-ocurrencias, seguimos
preguntando a Jesús quién es mi prójimo. No se trata de
responder con palabras bonitas ni buenos deseos. Requerimos
palabras auténticas, apoyadas en actitudes y obras que
reconocen el rostro del herido y caído en el camino, aunque no
sepamos su nombre. Sólo se puede devolver la verdad a la
palabra si es acompañada por la humilde presencia de los
hechos. El amor cristiano no se mide por percepciones, ni cabe
en encuestas manipuladas, mucho menos en predicciones
interesadas.
Jesús catequiza a los discípulos de todos los tiempos,
situaciones y lugares durante su viaje a Jerusalén (viaje a lo
definitivo de su pasión, muerte y resurrección). El tema básico
es el reinado de Dios y las actitudes que el discípulo ha de ir
cultivando para superar la legalidad superficial y el culto
religioso vacío, representados por el sacerdote y el levita.
Llama la atención que sea un samaritano viajero quien se
apiada del herido. Decir samaritano, en aquel tiempo, era decir
ciudadano marginal, discriminado, desacreditado… Decir
viajero -que frecuenta posadas- era decir hombre sin honor que
abandona a su esposa en la noche sin procurarle protección.
Pues bien, ese samaritano, desacreditado y frecuentador de
posadas, es quien se hace prójimo y concretiza su ayuda: “seacerca, venda las heridas, lo monta en la cabalgadura, lo lleva a
la posada y paga”.
La lección es clara y contundente: en lo concreto de la opción
por el herido en el camino de la vida es donde se mide la fe, el
amor a Dios y la salvación eterna. Prójimo es quien se
compadece del herido, entrega su tiempo, comparte sus bienes,
acompaña pacientemente y… no espera reciprocidad.
La predicación del Evangelio ha movido corazones cuando ha
ido acompañada de las obras de misericordia, sin intenciones
egoístas. La santidad de los discípulos se muestra en la caridad
testimoniada dando atención a personas sufrientes: escuelas,
hospitales, templos, hostales, comedores, asilos, casas hogar,
centros de escucha …
La vivencia creíble de la fe en tiempos de increencia exige
cristianos y comunidades cristianas comprometidas en la
generosidad, la solidaridad, la entrega, la audacia de correr
riesgos a favor de los tirados en las cunetas por la cultura del
descarte. El cristiano lo concretiza en iniciativas personales/
grupales/colectivas. La Iglesia es samaritana cuando es
compasiva, se baja del caballo y se compromete en las
necesidades del prójimo. De ordinario lo hace a través de la
pastoral social. la pastoral de la caridad.
“Anda y haz tú lo mismo”. Todos pudiéramos ser el golpeado.
Todos debemos ser el que se compadece y actúa con prontitud y
calidez.
Dios nos bendice y somos una bendición para los demás
cuando nos hacemos prójimos.
+ Sigifredo
Obispo de/en Zacatecas