
Domingo de Ramos de la Pasión del Señor. Ciclo C
“Bendito el que viene en nombre del Señor”
Lucas 19, 28-40
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”
Lucas 22,14- 23,56
1. Iniciamos Semana Santa, año 2025.
Subimos con Jesús a Jerusalén, lo acompañamos y
aclamamos con palmas y ramos diversos.
Escuchamos con especial empatía y devoción la pasión
según san Lucas.
Hemos caminado con Él durante la Cuaresma del Año
Jubilar.
A pesar de incertidumbres y miedos, salimos de casa a
manifestar nuestra fe en procesiones festivas.
Nos encontramos en el templo con rostros conocidos y
notamos algunas ausencias.
2. Jesús entra bien acompañado a la ciudad amada.
Termina solo, traicionado, abandonado.
Gloria y cruz, palmas y ‘crucifícales’.
Viene de enseñarnos la pasión de vivir por una causa
sublime: cumplir la misión encomendada por su Padre.
En el dramático acontecimiento del Gólgota nos muestra,
con creces, la pasión de morir por nuestra salvación.
“Todo está consumado”, grita desde la cruz.
La tierra y el velo del templo se abren para recibir al que
llegó después del fatigoso camino de la entrega total.
3. Este domingo es un día entrañable para mucha gente.
Ésta sale, procura sus ramos, hace cruces con las palmas
previamente bendecidas, aclama al “bendito que viene
en nombre del Señor”.
Salir para hacer presencia y participar es gratamente
significativo.
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Hace cinco años no pudimos hacerlo… Estamos
regresando al templo, a lo nuestro, al espacio sagrado
que nos da identidad y alimenta el sentido de
pertenencia a la comunidad del Espíritu.
4. El Domingo de Ramos es el pórtico de la Semana
Mayor.
Entramos ya en la solemne celebración anual del Misterio
Pascual.
Vivir y morir con pasión como Jesús es la gran lección de
este domingo tan peculiar.
Jesús es el mejor maestro del morir y del vivir, del luchar
hasta la última gota, del amar hasta la muerte, del
perdonar desde las entrañas de la misericordia.
El mal no tiene la última palabra sobre el bien.
La muerte no tiene la última palabra sobre la vida.
Es nuestra fe proclamada, celebrada, testimoniada.
Por eso aclamamos con fuerza al Redentor.
5. Oremos confiadamente mientras lo aclamamos:
“Señor Jesús, cuando no podamos con el cáliz o con el
de nuestros hermanos, envuélvenos en tu pasión de vivir
y morir… Mas no se haga nuestra voluntad sino la tuya”.
Dejemos que Dios nos abrace desde las alturas de la
Cruz gloriosa del Amor.
Les deseo una santa Semana Santa.
+ Sigifredo
Obispo de/en Zacatecas