Editoriales

Anuncian Armando Ayala y Noroña agenda en Tijuana, mientras encabezan investigaciones de la Fiscalía y rechazo nacional por presuntos comentarios misóginos

Los senadores Armando Ayala Robles y Gerardo Fernández Noroña anunciaron su llegada a Tijuana para encabezar el Foro de Desarrollo Económico de la Frontera, un encuentro que promete ideas, diálogo y visión estratégica para Baja California. La premisa es impulsar la competitividad y construir soluciones conjuntas para la región. Suena bien… en el papel.

Pero el contexto nacional cuenta otra historia.

Mientras ambos legisladores afinan discursos y agendas, México enfrenta una de sus mayores jornadas de protesta: carreteras bloqueadas, rutas colapsadas y un país prácticamente detenido por la movilización de transportistas y agricultores que exigen seguridad, precios justos y respuestas reales. La economía pierde millones por cada hora sin movilidad; las mercancías no avanzan, los trabajadores no llegan y el campo sigue reclamando lo que el gobierno no ha sabido resolver.

Y aun así, en medio de esta parálisis, los senadores promueven un foro económico como si la tormenta estuviera en otro país.

Además, tanto Ayala como Noroña navegan entre cuestionamientos públicos: investigaciones abiertas, rechazo ciudadano y críticas recientes por declaraciones que han sido calificadas como misóginas. La visita a Tijuana llega en un momento en el que su actuación pública está bajo lupa y sus prioridades, más que claras, parecen desconectadas del pulso nacional.

La pregunta inevitable es:

¿Puede hablarse de desarrollo económico en la frontera cuando la infraestructura del país está detenida y quienes la sostienen —transportistas y agricultores— están exigiendo ser escuchados?

Foros y discursos sobran; voluntad política y atención urgente, no. La frontera necesita crecimiento, sí, pero ese desarrollo no puede construirse ignorando la crisis que literalmente atraviesa el país de extremo a extremo.

Hablar de competitividad mientras las carreteras están cerradas es, cuando menos, simbólico: un recordatorio de que la agenda política suele transitar por vías distintas a las que recorre la ciudadanía.

La verdadera pregunta no es qué propondrán en Tijuana, sino cuándo atenderán lo que ya está explotando en las carreteras.

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