Editoriales

Adidas contra los pueblos originarios: “Impossible is Nothing”… ¿Para quién?

Adidas, apropiación cultural y el valor real del perdón a los pueblos originarios

Por: Manuel Magdaleno Cárdenas Rodríguez
Columna Editorial – El Heraldo de Baja California

La reciente polémica que desató Adidas con el lanzamiento de sus tenis “Oaxaca Slip-On” no es un simple episodio de marketing fallido. Es un espejo de una herida histórica: la apropiación constante de los saberes y tradiciones de los pueblos originarios bajo la bandera de la “moda global”.

En este caso, el diseño de los huaraches zapotecos de Villa Hidalgo Yalálag fue tomado, reproducido y vendido por una multinacional sin pedir permiso ni reconocer a la comunidad que lo creó. El resultado fue un escándalo mediático y político que obligó a la marca a disculparse públicamente e, incluso, a presentarse en Oaxaca para enmendar, con gestos, lo que ya había generado ganancias económicas y daños morales.

El ángulo legal: no es solo un error ético

Desde 2022, México cuenta con la Ley Federal de Protección del Patrimonio Cultural de los Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanas. Esta norma establece de manera clara que el uso de diseños, artesanías o conocimientos tradicionales sin consentimiento expreso es ilegal. Dicho patrimonio no pertenece a individuos, sino a las comunidades en su conjunto, lo que significa que cualquier explotación debe contar con autorización y mecanismos de reparto justo de beneficios.

En paralelo, la Ley Federal del Derecho de Autor también protege las expresiones de las culturas populares frente a usos no autorizados, abriendo la puerta para que los pueblos originarios demanden no solo el retiro inmediato del producto, sino compensaciones económicas, reparación integral del daño y la justa distribución de beneficios. En otras palabras: no basta con disculparse, Adidas pudo haber enfrentado —y aún puede enfrentar— procesos judiciales que trasciendan el ámbito mediático.

La dimensión social: cultura no es accesorio

El fondo de esta discusión va más allá de lo jurídico. ¿Qué pasa cuando los pueblos originarios, que durante siglos han resistido despojos, ven que su cultura es usada como catálogo de inspiración para el consumo de élite? La excusa de la “inspiración” no resiste un análisis crítico. Lo que ocurrió es una repetición de la misma historia de siempre: tomar lo indígena, venderlo caro y no devolver nada.

Los huaraches de Yalálag no son un simple zapato: son identidad, resistencia, memoria colectiva. Cada trenza representa generaciones de artesanos que mantuvieron viva una tradición pese a la marginación y al abandono del Estado. Que una empresa transnacional los transforme en mercancía sin reconocimiento es un acto de despojo cultural disfrazado de innovación.

El mensaje que queda

La disculpa de Adidas, aunque necesaria, no resuelve el fondo del problema: ¿cómo garantizamos que los pueblos originarios sean sujetos activos de derechos sobre su patrimonio, y no solo espectadores de su explotación? Las leyes ya existen, pero su eficacia dependerá de la voluntad política, de tribunales sensibles a la diversidad cultural y de comunidades organizadas que reclamen lo que les corresponde.

Mientras tanto, la lección es clara: la cultura no es un accesorio de moda. Es identidad, historia y resistencia. Y mientras las grandes marcas no entiendan eso, seguirá habiendo injusticias, pero también seguirán encontrando resistencia.

La pregunta que queda en el aire es incómoda pero inevitable: ¿basta con pedir perdón o se debe compensar económicamente a las comunidades? En un país con deuda histórica hacia sus pueblos originarios, la respuesta debería ser evidente.