
Mensaje de Navidad, 2025
“… Y lo acostó en un pesebre”.
Lucas 2, 7
“Y en humilde pesebre, ahí en Belén, ha nacido el Rey…
Mi corazón puede estar ahí”
.
Alabanzas al Rey, Marcela Gándara.
El gozo, la esperanza, la paz, la verdad del amor, estén con ustedes.
1. Celebramos el nacimiento de Jesucristo. En Navidad:
o Es Dios mismo que se revela y manifiesta en nuestra carne y
viene a nuestro encuentro para ser verdad, camino y vida.
o Es Dios que se hace uno de nosotros, para que nosotros
lleguemos a ser hijos de Dios.
o Es el amor infinito que se hace niño recién nacido, para que
descubramos la ternura de Dios en la pequeñez y seamos
ternura para quienes nos rodean y acompañan.
Navidad es tiempo único. El acontecimiento que celebramos
hace brotar lo mejor que hay en el corazón del ser humano. Si
nos hacemos pequeños y sensibles vamos a disfrutar la bondad
y la alegría al máximo, y alimentaremos la esperanza de una
vida con sentido y un mundo con orientación hacia la plenitud.
Navidad es la fiesta de la esperanza, sobre todo, para los
pequeños y para quienes tienen corazón de niño, es decir, para
quienes siguen conservando la capacidad de asombro ante el
misterio de la presencia de Dios en lo que parece insignificante;
éstos viven en la verdad del amor cada día.
2. Navidad nos proporciona el motivo y la forma de cómo hacerlo,
sin complicaciones. Sólo basta que creamos, nos dirá más tarde
Jesús, el Niño Dios.
Hay tantas lecciones de alegría completa y de paz cierta que nos
dan las personas que intervienen en el acontecimiento de
Navidad: María, José, los ángeles, los pastores, los magos. En
esta ocasión, nos fijamos en el detalle del pesebre. La tradición
lo ha llamado también el ‘belén’, el ‘misterio’. El pesebre está
ahí, no habla, es testigo mudo de la verdad que acontece en el
silencio de la noche. Parece algo que no tiene valor, pero ¡qué
gran lección de vida nos da! Contemplemos con asombro y
gratitud:
· El frío y austero comedero de animales, nos remite al
Cordero Pascual.
· El material del pesebre, al árbol de la cruz, simbolizando el
principio y el fin.
· Los pañales envolviéndolo, al sudario de su tumba
improvisada.
· La humildad del Dios de Israel, al cumplimiento real de las
profecías oscuras acerca de un Dios débil.
· La verdad del plan de Dios, a su realización en lo que no
cuenta para el mundo.
Navidad es el misterio de la verdad del amor: Dios no apantalla,
no aplasta, actúa en el silencio de cada día; una vida que inicia,
una familia ordinaria, los apuros de unos padres primerizos.
El nacimiento que ha cambiado la historia de la humanidad es
anunciado por los pastores (gente excluida y minimizada) y los
ángeles (seres espirituales aparentemente insignificantes). La
señal que identifica la llegada del Salvador paradójicamente
será la misma para los creyentes de todos los tiempos: “la
prueba de la grandeza de Dios es su pequeñez, la señal de supoder es su debilidad.” (Roland Meynet).
El evangelista concluye este relato con una frase muy conocida:
su Madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Será la
misma Madre que previó los pañales la que, en otro hecho muy
distinto, se le revelará el significado pleno de estos pequeños
detalles. Por eso, Ella es la Mujer que puede mostrarnos la
verdad del amor. La verdad del Dios que se revela en las cosas
pequeñas de todos los días y en los acontecimientos dolorosos
de los otros días.
Dios es así. Miremos con atención y ternura al que reposa en el
pesebre. Es nuestro Salvador. Vengan y adoremos.
3. Mi corazón puede estar ahí, desea y canta la cantante. Se refiere
al deseo del ser humano que se asombra agradecido ante el
misterio que expresa la humildad del pesebre. Nuestro mundo
necesita volver a lo esencial y lo esencial está en la verdad que
hay en lo pequeño, en lo no mediático, en lo no ruidoso.
Del deseo somos invitados a entrar en relación con el Misterio;
más bien, en dejarnos envolver por él, por la humildad de sus
pañales. Él amó primero, él tiene la iniciativa en el amor, él
irradia la verdad del amor. Los pastores y los magos se dejaron
alumbrar por la luz que salía del pesebre. “Su condición de niño
es la orientación de cómo podemos llegar a Dios, a la divinización.” (Jesús Aguiñaga).
Los habitantes y peregrinos del siglo XXI tenemos necesidad de hacernos pequeños y sencillos para acercarnos al corazón de un niño, envuelto en la señal de un velado poder; así vamos a dejar que la luz que se irradia desde el pesebre nos caliente como si fuera una llama incandescente que ha comenzado de algo que parece insignificante, y nos lleve a reconocer al que los profetas llamaron el sol de justicia, luz de las naciones, gloria de todos los
pueblos.
¡Cómo cambiarían las relaciones humanas si nos dejáramos transformar por la presencia viva del que ha puesto su morada
entre nosotros, en un pesebre! La verdad del amor que emana de la escena luminosa del pesebre paulatinamente puede tocar
todos los rincones de la existencia, esta Luz sería maestra, guía, razón y motivo para desterrar toda clase de mentiras.
Pasaríamos a ser hermanos solidarios no solitarios, cercanos no indiferentes, comprometidos con la verdad, no adversarios del bien y de la verdad.
Mi corazón puede estar ahí… ¿Está ahí? Vengan y adoremos.
Que el Niño Jesús traiga a ustedes paz, alegría y esperanza en esta
Navidad.
Que al celebrar el misterio de Navidad su corazón se llene de paz para seguir creciendo cada día en la verdad del amor.
Que el misterio de Navidad lleve a ustedes al misterio del pesebre y seamos buenos alumnos en el aprendizaje de la verdad del amor.
Que el Señor bendiga su familia, sus trabajos, sus proyectos y
planes. Amén.
¡Feliz y Misionera Navidad 2025!
+ Sigifredo
Obispo de/en Zacatecas