Editoriales

La guerra digital del pacífico: Baja California , el nuevo anillo de fuego político en México  

Por Manuel Cárdenas

La política mexicana atraviesa una transformación radical que aún no termina de ser comprendida por sus actores tradicionales. No se trata solamente de un cambio generacional ni de una mutación en la forma de comunicar. Se trata del surgimiento de un ecosistema político donde la realidad se disputa, se fabrica y se destruye en cuestión de minutos: la política algorítmica.

Mientras se analiza cómo granjas de bots elaboran denuncias coordinadas y ataques digitales que buscaban silenciar cuentas institucionales tras la movilización juvenil del 15N, en Baja California se está configurando un escenario aún más complejo: un laboratorio de confrontación política donde se mezclan fronteras, narrativas, tecnologías y tensiones geopolíticas.

Baja California no es un estado más en este fenómeno: es la zona cero del nuevo conflicto político nacional.

La frontera siempre ha funcionado como un espacio de tensión en la política interior y exterior. Pero en 2025, esa tensión se trasladó al ecosistema digital, donde el flujo informativo es simultáneo, incontrolable y muchas veces ajeno a los ritmos del poder institucional.

En Baja California, la narrativa pública se afecta no sólo por lo que ocurre de manera aislada en cada municipio, sino por:

● las decisiones de Washington,

● los discursos de Trump,

● los flujos migratorios,

● la violencia transnacional,

● y la actividad digital en San Diego, Los Ángeles o Texas.

Un video grabado en Chaparral puede convertirse en tendencia nacional en diez minutos. Un altercado aislado se vuelve “ingobernabilidad” antes de que se levante un reporte. Un rumor georreferenciado en TikTok puede generar más miedo social que un operativo completo de seguridad.

La frontera no está conectada sólo por carreteras: está conectada por algoritmos.

Baja California tiene una población joven, urbana y altamente conectada. Es terreno fértil para nuevas formas de participación política: inmediata, horizontal y emocional. La movilización juvenil del 15N en la CDMX es apenas un anticipo de lo que puede ocurrir aquí.

La generación Z bajacaliforniana no solo vive en redes: se organiza, protesta y exige desde ellas. Y tiene una característica inquietante para los sistemas políticos tradicionales:

no reconoce intermediarios.
No espera comunicados.
No sigue jerarquías partidistas.
No cree en vocerías oficiales.

Opera con códigos propios, en tiempo real y con la capacidad de instalar climas de opinión en minutos. En ese entorno, cualquier error institucional puede volverse una crisis nacional. Y cualquier vacío en la comunicación gubernamental puede ser llenado por actores externos, muchas veces con agendas contrarias a los intereses públicos.

El norte del país vive hoy lo que la capital ya experimentó: la entrada de actores políticos que han entendido que la disputa por la percepción es más efectiva que la disputa territorial.

La suspensión de la cuenta legislativa de Morena en X —atribuida a una activación masiva de bots opositores— no es un incidente aislado, es un aviso. Un anticipo del tipo de confrontación que se consolidará en los próximos años.

En Baja California, esto ya se manifiesta en:

● operadores digitales profesionales que intervienen debates locales,

● narrativas coordinadas que magnifican episodios de violencia,

● enjambres de cuentas automatizadas que buscan crear percepciones de crisis,

● desinformación transfronteriza que se replica sin control en cuestión de segundos,

● influencers políticos que construyen relatos paralelos sin responsabilidad editorial.

La política tradicional del estado sigue reaccionando con boletines de prensa a un problema que se mueve a la velocidad de la inteligencia artificial.

En los resientes informes de nuestra Presidenta se destacan los avances económicos y sociales del gobierno federal, pero también evidencia una amenaza: la oposición ha optado por la desinformación como herramienta estratégica.

En Baja California, ese fenómeno adquiere un matiz propio: la desigualdad informativa.

Mientras sectores urbanos y conectados pueden contrastar información, amplias zonas del estado dependen de:

● cadenas de WhatsApp,

● videos sin contexto,

● replicadores de contenido que operan desde Estados Unidos,

● medios locales con recursos limitados para verificación.

Esto produce un doble efecto:

1. La verdad se fragmenta.
Lo que para Mexicali es un hecho, en Tecate puede percibirse como crisis o viceversa.

2. La narrativa se privatiza.
Un influencer puede tener más impacto que un secretario estatal.

La reunión reciente entre Claudia Sheinbaum y Donald Trump —descrita como “excelente” y basada en principios de respeto mutuo— adquiere otra dimensión en Baja California.

Lo que se acuerda en Washington repercute aquí de manera inmediata:

● Un cambio de política migratoria en Estados Unidos puede alterar la percepción de seguridad en Tijuana en cuestión de horas.

● Un discurso de Trump sobre el narco mexicano puede activar tendencias digitales que cuestionen la capacidad de los gobiernos estatales y municipales.

● Cualquier fricción bilateral puede ser utilizada como arma narrativa por actores que buscan debilitar al gobierno actual.

La frontera, más que un límite geográfico, es un espejo político.

Baja California está marcando una pauta que el resto del país tendrá que mirar con atención:

● El poder ya no depende solo de proyecto, territorio o estructura.

● El poder depende de quién controla el relato.

● La gobernabilidad ya no se sostiene solo en resultados, sino en capacidad para neutralizar la desinformación.

● Los gobiernos ya no pueden actuar sin estrategia digital, porque cada acción pública será interpretada en tiempo real por actores externos.

La política mexicana se dirige hacia una etapa donde la frontera norte será el campo de prueba del nuevo modelo de gobernabilidad nacional.

El noroeste no es una periferia política; es el epicentro del conflicto que definirá la próxima década.

La llamada Guerra del Pacífico Digital no será una metáfora: será la forma concreta en la que se reconfigurá la correlación de fuerzas en México.

Quien gane la narrativa del noroeste, tendrá una ventaja estratégica decisiva en el tablero nacional. Porque aquí convergen:

● la influencia de Estados Unidos,

● la velocidad de las redes,

● la fuerza política de la juventud,

● la complejidad migratoria,

● y la disputa simbólica entre progreso y miedo.

Baja California no es solo un estado: es una advertencia.
Es el espejo adelantado de lo que será el país.

La Guerra del Pacífico Digital ya comenzó. La pregunta no es quién la encendió, sino quién será capaz de gobernar en medio de ella.