
Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo. Ciclo C
“Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”.
Lucas 23,35-43
En días pasados hemos conmemorado un aniversario más del
inicio de la Revolución Mexicana. Esto significa también que se
ha combinado un puente con una campaña de promociones
comerciales y desfiles deportivos. Quisiera imaginar lo que ha
pasado y pasa por la mente de cada ciudadano–peregrino en
estos tiempos de la posverdad y de sensibilidades diversas.
¿Revolución en el siglo XXI? ¿A quién beneficia? ¿Cómo será
nuestro futuro próximo en lo religioso y social? Tanto la gente
de ayer como la de hoy han tenido y tienen anhelos de justicia,
prosperidad y paz.
Los valores e ideales por los que lucharon tantos compatriotas
siguen vigentes. Los valores del Reino de Dios por los que
luchamos cada día tienen vigencia, no han caducado. Ayer
fueron personas agraviadas por despojos e injusticias; hoy
somos nosotros, con otro tipo de agravios y variadas
emergencias culturales. En el corazón humano siempre hay y
habrá aspiraciones a una vida digna, en paz y en solidaridad.
Al terminar el ciclo litúrgico, la Iglesia celebra la solemnidad de
nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo. Los anhelos
humanos se entrecruzan con el plan de Dios que se ha
cumplido en Jesucristo. Su persona y su predicación hacen ya
presente el reino eterno y universal, reino de la verdad y de la
vida, reino de la santidad y de la gracia, reino de la justicia, del
amor y de la paz. Son los anhelos más profundos de los
hombres de todo tiempo y nación. Son los ‘anhelos’ de Dios,
Padre nuestro, siempre fiel y misericordioso.
Los cristianos vamos por la vida confesando humildemente que
nuestro Rey es un Rey Crucificado. Es impresionante la escena
que describe hoy el evangelista Lucas: todos los personajes que
aparecen reaccionan perplejos. ¿Cómo es posible esta locura? El
‘buen’ ladrón da la cara por los que creemos que el plan de Dioses de Redención. Bello, edificante y esperanzador el final de la
escena: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
El Rey crucificado abre las puertas que estaban cerradas desde
el primer pecado en el mundo. El paraíso que anhelamos con
nuestras revoluciones e innovaciones es no solamente posible,
sino que está al alcance de nuestra fe en el Crucificado. Una
realeza para beneficio de todos, con preferencia por los más
amolados, es la realeza de Jesús. La cruz de Cristo desvela que
el paraíso no es algo que se perdió sino algo para lo que está
destinado el género humano y el universo. Por eso pedimos
todos los días “venga a nosotros tu reino”.
No me extraña que haya tantas imágenes de Cristo crucificado
en nuestros templos y casas. No me extrañan los mártires de
Cristo Rey. Nos sentimos acompañados y amados hasta el
extremo en el camino de la vida. Ojalá que nosotros seamos
capaces de atender, acompañar y ayudar a cargar la cruz a
tantos peregrinos, compañeros en el camino.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Reino de Dios!
Con la bendición de Cristo “que vive y reina por los siglos de los
siglos”.
+ Sigifredo
Obispo de/en Zacatecas