
La imagen de la calavera elegante que convive entre los vivos se consolida como referente cultural mexicano de la tradición y su relación con la muerte y la igualdad
El rostro inconfundible de La Catrina, con su sombrero de plumas y su esqueleto vestido de gala, se ha transformado en un emblema de la cultura mexicana que trasciende el folclore y las festividades. Cada año, durante el Día de Muertos, su imagen se multiplica en altares, desfiles, maquillaje y arte popular, lo que recuerda a todos la igualdad ante la muerte y la riqueza de la memoria colectiva.
“La muerte es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”, decía José Guadalupe Posada.
El origen de La Catrina se remonta al México de principios del siglo XX, en plena época porfiriana, caracterizada por profundas desigualdades sociales. Fue el ilustrador y grabador José Guadalupe Posada quien dio vida a la figura original, conocida entonces como “La Calavera Garbancera”.
El término hacía referencia a los vendedores de garbanzo que, pese a su origen humilde, rechazaban sus raíces indígenas para adoptar modas europeas. Posada representó a esta calavera sin cuerpo, adornada únicamente con una estola y un sombrero ostentoso similar al de las mujeres de la alta sociedad, como una crítica a quienes aspiraban a integrarse en una élite que despreciaba lo propio y exaltaba lo extranjero. El mensaje de Posada era contundente: “no importa cuán elegante seas, todos somos iguales ante la muerte”, siendo los esqueletos un estandarte muy presente en los grabados de Posada.
Además, el esqueleto puede hacer referencia a la humildad de las clases bajas que, mientras los ricos se aprovechaban de los privilegios que les daba el porfiriato, los campesinos y obreros estaban “hasta los huesos”.
Décadas más tarde, en 1947, el muralista Diego Rivera retomó la figura en su obra Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, otorgándole el nombre con el que es reconocida actualmente: La Catrina. En el mural, aparece en el centro, elegantemente vestida, del brazo de un joven Rivera y acompañada por Frida Kahlo y el propio Posada.
Gracias a esta obra, la figura no solo recibió su denominación definitiva —derivada de “catrín”, término coloquial para referirse a alguien refinado—, sino que se consolidó como parte esencial del imaginario cultural mexicano.
Con el paso del tiempo, La Catrina ha dejado de ser únicamente una sátira social para convertirse en un símbolo de igualdad y memoria.
En el contexto del Día de Muertos, representa la celebración de la vida, el homenaje a los difuntos y la certeza de que, bajo la apariencia elegante, todos comparten el mismo destino final. Además, su figura se vincula con otras representaciones femeninas de la muerte en la cosmovisión mexicana, como Mictecacíhuatl, diosa mexica del inframundo.
La feminidad de La Catrina subraya la dualidad vida-muerte, el poder de lo femenino y el ciclo natural de la existencia. Además, es común que en las actuales representaciones se evoque a este personaje como una mujer muy alborotada que convive de manera alegre entre los vivos, como un mensaje de que la muerte siempre va a estar presente a lo largo de la vida, por lo que la cosmovisión mexicana de disfrutar la vida mientras se tenga, ha ganado sentido.
A lo largo de los años, han surgido leyendas que atribuyen a La Catrina un carácter místico. Algunas versiones sostienen que visita las ofrendas durante la noche del 1 y 2 de noviembre, guiando a las almas o dejando señales en los hogares que han olvidado a sus muertos.
También existen interpretaciones modernas en las que La Catrina aparece vestida de novia, como símbolo de la unión eterna entre la vida y la muerte, una metáfora del destino común que une a todos los seres humanos.
Este personaje ha trascendido en la cultura actual y ha hecho sus apariciones en cortometrajes como Hasta los Huesos de René Castillo, en películas como El libro de la vida de Guillermo del Toro y has inspirado a personajes como Skelita Calaveras en la franquicia de Monster High o La Catrina, interpretada por el actor Erick de Luna.
De igual manera, la Catrina ha sido representada desde la indumentaria en pasarelas de talla mundial, pasando por monumentos y murales como el de Metro Zapata, hasta en las artesanías con catrinas elaboradas de papel maché o barro.
El recorrido de La Catrina, desde su origen como crítica social hasta su consagración como embajadora cultural de México en el mundo, ilustra cómo una imagen puede adquirir nuevos significados y convertirse en un recordatorio permanente de que la muerte no es el final, sino una parte esencial del ciclo vital.
Con información de Infobae