
XVII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C
“Pidan y se les dará”
Lucas 11, 1-13
¿Sierve de algo la oración para parar los balazos? ¿Por qué no
actuar ya?, han sido preguntas que han surgido en momentos
de apremio cuando la urgencia de contener el derramamiento de
sangre se impone. Los obispos de México -cuando ha sido
necesario- hemos decidido llamar primero a la oración para que
la invitación a la acción salga desde el fondo de la fe en Cristo y
no se contamine ‘con otras intenciones’.
En los tiempos que vivimos, hablamos de escucha y encuentro,
discernimiento y decisiones consensuadas. La Palabra de este
domingo habla de oración antes de decidir la acción a realizar.
Abraham platicaba con Dios sobre los asuntos urgentes e
importantes para el pueblo; fue modelo de oración y acción para
muchos creyentes israelitas. La liturgia propone este bello
pasaje en la primera lectura para disponernos a la novedad del
Evangelio que ilumina cómo debe ser la oración que activa al
discípulo en situaciones de amenazas y violencias.
En la gran catequesis de Lucas se instruye al seguidor de Jesús
sobre la forma de orar. Los primeros discípulos conocían
solamente la forma de orar de Juan Bautista y aceptaban que
no era suficiente. De ahí la petición a Jesús cuando van
conociendo la novedad del Reino de Dios y sus implicaciones.
La oración de Jesús es diferente a la de Juan en su fin y en su
forma. Cuando Jesús ora “venga tu reino” está pidiendo que
toda la historia alcance su plenitud, que el largo camino de la
humanidad culmine bien. Por esta razón, en torno al deseo del
Reino se estructura la oración de Jesús, su predicación y toda
su vida.
El modo de orar de Jesús tiene tres notas que no deben faltar:
la urgencia, la insistencia y la confianza; todas tienen que ver
con la venida del Reino de Dios. La urgencia manifiesta que elpan que sacia el hambre de plenitud en el mañana ya es dado
en la necesidad de hoy. La insistencia tiene como motor la
confianza: el Padre “se levantará” raudo para socorrer la más
mínima necesidad de sus hijos. La oración debe ser confiada:
Dios es generoso, no tacaño; no hay que arrancarle las cosas a
base de peticiones prolongadas como si Él estuviera sordo; él da
todo, hasta el Espíritu Santo.
Orar, pedir, es una manera de comprendernos ante Dios, una
forma lúcida de sabernos en la dinámica del Reino, un modo
óptimo de recordarnos cada día la inagotable generosidad de
Dios. La mejor pedagogía para aplicar el “enséñanos a orar” es
la que nos anima, ilusiona y compromete en la construcción del
Reino de Dios. Los grandes deseos de justicia, paz, verdad,
solidaridad, gozo y plenitud han de tener traducciones
concretas en las obras de misericordia, la reconciliación y el
trabajo conjunto por la paz que tanto anhelamos. Oración y
acción van de la mano.
Los bendigo y oro por ustedes, también en tiempo de
vacaciones.
+ Sigifredo
Obispo de/en Zacatecas