Editoriales

Testigos Creíbles 

Domingo de Pentecostés, 2025

“El Espíritu Santo les enseñará todas las cosas”

Juan 14, 15-16.23-26

El tiempo litúrgico de Pascua culmina con el envío de los

discípulos para que sean testigos creíbles del Resucitado. El

envío del Espíritu marca el tiempo de la Iglesia para que cumpla

su misión de anunciar, celebrar, testimoniar el Evangelio de la

vida, el amor y la paz… hasta el último rincón de la casa y de la

casa común.

“Cada quien los oye hablar de las maravillas de Dios en su

propia lengua” era la noticia voceada que recorría las calles de

Jerusalén cuando los discípulos salieron del lugar donde fueron

transformados por el fuego del Espíritu Santo. De la timidez

pasaron a la valentía, del miedo a la confianza, de la cobardía a

ser testigos decididos.

Pentecostés indica el tiempo nuevo y definitivo; es, pudiéramos

decir, la Pascua del Espíritu, la posibilidad de la fraternidad

concreta, la fe que mueve montañas, la era del amor y la paz en

cada persona y barrio de la vida. Es el Evangelio de Jesucristo

al alcance de quien quiera escuchar y acepte creer; de quien

busca la verdad y da los pasos necesarios para convertirla en

estilo de vida. Es inadmisible decir ‘creo en Dios’ y, al mismo

tiempo, pisotear al hermano y desinteresarse de aportar a la paz

en el entorno.

Tres dones pedimos al Espíritu Santo para ser Iglesia cercana y

testigos audaces y comprometidos en tiempos de indiferencia y

polarizaciones:

El don de sabiduría para saber leer, comprender y atender los

anhelos de quienes habitan en el siglo XXI y en la babel de

modernas confusiones, relativismos, ofertas ambiguas de

salvación… Hoy más que nunca necesitamos sabiduría para

discernir los auténticos valores que construyen el Reino de Dios

de los que ofrecen salvación barata, pero destruyen la vida y la

esperanza de individuos y pueblos.

El don de la audacia para salir de las zonas de confort en que

nos encerramos bajo el pretexto de inseguridades y ‘derechos

egoístas’. El reto para la Iglesia es aceptar el fuego del Espíritu

que nos dé valor para discernir las trampas y posibilidades del

presente y mirar con confianza hacia el futuro. Para ello

necesitamos la apertura incondicional a las mociones del

Espíritu Santo. El Papa Francisco nos dio ejemplo de un

Pentecostés incisivo e innovador. El Papa León XIV nos marca la

pauta para ser una Iglesia despierta, a la escucha, en un

continuo Pentecostés.

El don de aceptar con alegría la misión. Nos urge buscar la

reconciliación y la paz con inteligencia y determinación. Los

discípulos de este siglo somos invitados a sanear el tejido social

miserablemente lastimado por heridas ocasionadas por

polarizaciones estratégicas de ideologías destructivas. No hay

desafíos y escenarios que se resistan al Evangelio cuando hay

testigos animados y movidos por el fuego del Espíritu, señor y

dador de vida. El compromiso del bautizado puede hacer la

diferencia entre un mundo ‘mundano’ y un mundo inspirado y

movido por valores cristianos.

Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra, respondemos

cantando con voz alegre, entonada y decidida.

Con mi bendición en Pentecostés contínuo.

+ Sigifredo

Obispo de/en Zacatecas