Notas Curiosas

OnlyFans: la ‘uberización’ del porno

rantxa, de 23 años, estudió un grado superior de Fotografía e Ilustración. Hasta hace año y medio trabajaba en producción, organizando sesiones de fotos. Ahora vive de los desnudos suyos que cuelga en internet. Del contenido erótico y sexual (vídeos y fotos) que elabora en su casa en Parla, a las afueras de Madrid, y retransmite online. “Soy streamer de porno”, describe su trabajo. En el último año se ha convertido en una estrella de OnlyFans (OF), una red social exclusiva para adultos creada en 2016 y poco conocida hasta la pandemia.

La plataforma está formada por canales privados, accesibles solo bajo suscripción, en los que una persona emite contenido. Como si fuese un servicio de streaming, los fans abonan mensualmente una cantidad estipulada por el streamer: de un puñado de dólares —la divisa de la red son los dólares estadounidenses— hasta los 15 o 20. Dinero a cambio de intimidad. En esos canales prima el contenido pornográfico. Durante la pandemia, OF ha multiplicado por seis sus adeptos: si a finales de 2019 rozaba los 20 millones de usuarios, un año después la empresa superaba los 120 millones.Enseguida lo visualicé como una oportunidad laboral seria; Un trabajo cuyo objetivo es excitar a los demásARANTXA, DE 23 AÑOS, PRODUCTORA

Arantxa también vivió ese boom en su perfil. Antes de empezar en la red compaginaba el trabajo de asistente de foto con otros encargos, como los posados para desnudos artísticos. “Pensé en aprovechar ese material para sacar algo de pasta”, recuerda. Se estrenó en octubre de 2019 con el nombre de Ultra Babee (el resto de sus datos personales ha sido alterado por petición de la entrevistada). El primer día de emisión fue una sorpresa: “Facturé 1.000 dólares [unos 820 euros]”, recuerda Arantxa, que había calculado sacarse unos cientos de euros mensualmente. La red se queda el 20% de los ingresos generados por sus streamers. “Enseguida lo visualicé como una oportunidad laboral seria; un trabajo cuyo objetivo es excitar a los demás”, describe. La suscripción a su canal cuesta 10 dólares (algo más de 8 euros) al mes. Arrancó con 1.000 seguidores; ya supera los 20.000. “Aunque yo no lo sabía, había mucha gente esperando ese contenido”, explica.

OF reparte una media de 200 millones de euros mensuales entre sus creadores, según datos que la compañía publicó a principios de 2021. Desde la empresa insisten en que la plataforma acoge todo tipo de contenido —a menudo citan a celebrities como Cardi B o Bella Thorne con la intención de reafirmarse—, pero la realidad es tozuda: el sexo domina. Aunque existen otras redes que funcionan de manera similar —Patreon, Manyvids, JustForFans…—, OF es la más concurrida. “Generas contenidos, generas beneficios”, resume Arantxa, que no desvela lo que gana al mes. Manuel Reyes, de 29 años y anfitrión de otro perfil con cierto éxito en la Red (solo en Instagram supera los 100.000 seguidores), está especializado en contenido gay. Calcula que obtiene entre 2.000 y 2.500 euros mensuales. “Hay meses más buenos y otros más malos”, avisa, “hay mucha competencia”.

El consejero delegado de OF, Tim Stokely, define el modelo como una “revolución” de las relaciones entre creadores de contenidos y seguidores. Otras voces hablan de la uberización del porno. Es decir, la desaparición de los intermediarios. Un concepto que en la mayoría de casos (Airbnb, Uber, Glovo…) produce convulsiones en el ámbito al que afecta. “Cuando empezamos, había un montón de gente haciendo contenido maravilloso gratuitamente. Había una manera clara de aprovecharlo: con el botón de pago”, explicaba Stokely el pasado marzo en la revista GQ. Celebraba haber llegado al millón de creadores. Parecen pocos —representan menos de un 1% de los suscritos—, pero son suficientes: todos los demás miran y, sobre todo, pagan.

Más allá de mostrar su cuerpo desnudo, Arantxa explica la filosofía que aplica en su canal: “Quiero que haya una calidad, un cuidado”. Aprovecha su experiencia fotográfica para iluminar perfectamente su pubis en una foto que sube acompañada del siguiente mensaje: “Espero que disfrutes estar aquí conmigo”. También piensa el encuadre para los vídeos en los que aparece practicando sexo con su pareja. Para verlos enteros hay que realizar un pago extra. Actualmente, ambos viven de lo que genera el canal. Él dejó el trabajo hace unos meses para apoyarla: “Me hace fotos y participa como invitado. Pero la protagonista soy yo”. También cree que es importante publicar con regularidad y material de calidad: “Dedico al canal entre seis y ocho horas al día. Y no es solo sexo, sino más bien intimidad. Lo que muestro de mí es verdad: soy yo recortada por mí misma”. La joven cree que el mejor contenido es la relación que establece con sus fans: “Es una fórmula buena para que la gente te ame”. También para que no se borren al mes siguiente.Este fenómeno evidencia la grave crisis de intimidad que sufre la sociedadROSA COBO, SOCIÓLOGA, EXPERTA EN PROSTITUCIÓN Y PORNOGRAFÍA

Para la socióloga Rosa Cobo, experta en prostitución y pornografía, “este fenómeno evidencia la grave crisis de intimidad que sufre la sociedad”. Todo comenzó con las redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram…) y su estrategia de ofrecer cariño digital en forma de like a cambio de que mostrásemos nuestras vidas sin pudor. Las apps sexuales no solo enseñaron a sus usuarios a hacerse desnudos y vídeos, sino también a enviarlos de manera alegre y despreocupada a desconocidos. Si el sexting (suma de sex, sexo, y texting, enviar mensajes de texto) era común antes de la pandemia, tras esta se volvió cotidiano. “En este ecosistema, dar el salto a OF no es difícil”, apunta Cobo. “Pasar al porno es muy fácil. Y el porno siempre ha tenido vínculos con la prostitución”.

Amaranta Hank ha trabajado como actriz porno. Tiene 28 años, nació en Cúcuta (Colombia) y vive en Argentina. Estudió Periodismo y ahora cursa Psicología. Dejó el “porno mainstream” hace dos años, asustada por un pequeño brote de VIH entre actores del gremio. Empezó en OF y con el “modelaje webcam”: emisiones en directo de vídeos eroticosexuales. Habla de OF como un espacio de “empoderamiento”. “Hay feminismos que quieren abolir esto porque dicen que las mujeres nos vendemos como mercadería. Yo creo que esto nos ha convertido en feministas sin saberlo”, defiende Hank. Para ella, el ámbito virtual le genera más seguridad que el analógico. “La pornografía es mejor que la calle. Y esto es mejor que el porno, donde te puedes encontrar con productoras que te dicen que te llevan de viaje a rodar unas escenas y acaban excediéndose y explotándote”, resume. La lista de excesos va desde la demanda de servicios sexuales hasta el consumo de drogas en una fiesta: “En OF, si un usuario se pone pesado o pide cosas que no quieres hacer, lo bloqueas y ya está. Soy yo la que decide sobre mi cuerpo. Dejo de ser un objeto sexual. Ahí está mi fuerza”.

“Esa premisa se da de bruces con la idea de empoderamiento”, replica la socióloga Cobo. “La explotación no se disuelve si yo la consiento. Es una idea que responde a la lógica de legitimación del capitalismo. Discursos que blanquean, en este caso el porno y la prostitución, en un intento de despolitizar ambos conceptos. La finalidad última es presentarlos en sociedad como unas prácticas radicalmente libres y aceptables cuando se trata de una manera más de mercantilizar la sexualidad”.