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En rifa la casa de la que se fugó El Chapo

Aparentemente, como dirían en México: la casa no tiene “ningún chiste”. Una fachada blanca con una reja negra, de la que asoman unas palmeras. Una planta, dos habitaciones, sala, comedor, cochera. “A siete minutos del parque de Culiacán”, reza el destartalado anuncio del Gobierno que ha tratado de subastarla desde hace años. El precio: 3.830.000 pesos (unos 163.500 euros). Y aunque ni la borrosa foto, ni el nombre, Casa en Culiacán, logran captar la atención de un posible comprador, lo realmente interesante es la historia que guardan esos muros. Fue en este domicilio donde un 16 de febrero de 2014 el entonces poderoso capo de la droga, Joaquín El ChapoGuzmán, toreó a la Armada mexicana. Mientras los marinos trataban de romper la puerta reforzada, el narco huía de ahí con su amante por un pasadizo secreto. El valor de esta casa se esconde en la bañera.

El Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado (Indep), una institución que ya existía para subastar los bienes requisados a los delincuentes, pero que cambió de nombre con el afán de Andrés Manuel López Obrador de publicitar la lucha contra la corrupción, ha anunciado una nueva rifa en la que se ofrecerán decenas de casas, artículos de lujo y hasta un palco en el estadio Azteca hasta 2065, en un sorteo de la Lotería Nacional previsto para el 15 de septiembre, Día de la Independencia. Después de la rocambolesca historia con la lotería del avión presidencial que finalmente nadie adquirió, el presidente redobla la apuesta con una cantidad de inmuebles que suman en total 250 millones de pesos (más de 10 millones y medio de euros), la mayoría requisados a narcotraficantes y funcionarios corruptos.

Por un boleto de 250 pesos, usted puede vivir en la casa donde se fugó El Chapo. Sentarse en el sofá e imaginarse, sin necesidad de Netflix, que está dentro de uno de los capítulos de Narcos. También, si tiene suerte, puede adquirir otra propiedad con una historia menos truculenta, pero con más ceros: una enorme mansión donde su dueño original, Amado Carrillo, El Señor de los Cielos, ―en los noventa aglutinó la mayor flota de aviones que regaba de cocaína colombiana las pistas de aterrizaje estadounidenses―, descansaba y organizaba fiestas en una lujosa zona del sur de la capital, El Pedregal.

La casa en Culiacán fue el principio del fin del imperio criminal del hombre más temido de México. Desde su primera fuga en 2001, del penal de Puente Grande (Jalisco) en un carrito de lavandería, según la versión oficial, El Chapo había pasado 13 años en busca y captura. Siempre cerca de sus tierras sinaloenses, custodiado por su gente y respaldado por la seguridad de ser el máximo representante del imperio de la droga más poderoso del mundo. El Gobierno de Enrique Peña Nieto se propuso acabar con él a principios de 2014. Y en febrero de ese año la Armada mexicana en colaboración con la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) puso en marcha un megaoperativo para capturar al enemigo público número uno del país. Le estaban pisando los talones.

Para ese entonces, se calculaba que El Chapo había agujereado ya gran parte de la frontera norte. Solo en Baja California, Sonora y Chihuahua la DEA le atribuía a su organización un centenar de narcogalerías. Pero no contaban con el túnel secreto bajo la bañera de la casa de Culiacán, la que subastará en septiembre el Gobierno mexicano. Mientras los comandos de la Marina intentaban frenéticamente derribar la puerta de blindaje hidráulico, Guzmán Loera puso en marcha el mecanismo de fuga: accionó un resorte que levantó la bañera y se escabulló por un corredor metálico que desembocaba en las alcantarillas. Como esa, siete casas suyas en Culiacán estaban conectadas por esta red subterránea.

Esa noche, según el diario El Universal, El Chapo no estaba solo, huyó junto a una de sus amantes, Lucero Sánchez, conocida desde entonces como la Chapodiputada. El capo fue finalmente detenido unos días después, el 22 de febrero de ese año, en el departamento 401 del Condominio Miramar, frente al malecón de Mazatlán, en la costa de Sinaloa. Entonces estaba junto a su esposa y sus hijas gemelas. Eran las 6.50. Junto a una maleta rosa, un bote de champú y un montón de ropa desperdigada, había caído el delincuente del siglo. Se volvería a escapar en 2015 de un penal de máxima seguridad hasta que fue finalmente detenido en 2016 y extraditado a Estados Unidos en 2017.

Las peripecias junto a la que fuera la diputada más joven de la historia de Sinaloa no acabaron en el domicilio de Culiacán, un año después de que el narco se fugara de la cárcel de máxima seguridad de El Altiplano y sepultara la credibilidad del Gobierno de Peña Nieto, la reconstrucción oficial de sus últimas horas en libertad puntualizó que pasó la nochebuena de 2015 con su esposa, la reina de la belleza e influencer —ahora detenida en Estados Unidos— Emma Coronel, pero solo unos días después, y con todo el Estado enfocado en capturarlo, en Nochevieja encontró un hueco para celebrar el Año Nuevo junto a Lucero Sánchez.